Puntos suspensivos
Sobre los puntos suspensivos hay mucho que decir, pero en el terreno de la estética, no del ortográfico. Algunos los odian por esa imagen de algo inacabado, de pereza; otros, sin embargo, abusan de ellos hasta la extenuación. Lo cierto es que esto no es más que una cuestión de gusto y poco más hay que añadir.
Lo que sí hay que tener claro es que nunca, nunca, hemos de escribir más de tres puntos (...) y que corresponde en el habla con una caída del tono. Es frecuente encontrarse en correos o textos electrónicos ristras de ellos. Quizá se piense que el número es directamente proporcional a la emoción, la duda, el temor, los elementos de una enumeración o la importancia de lo que no se quiere decir pues todos son empleos de los puntos suspensivos, no lo sabemos; pero nada de esto se consigue, sino interrumpir la lectura: molestar.
Otro de los usos es para indicar la omisión de parte de un texto copiado literalmente. En ese caso irá entre corchetes para que quede claro su independencia del texto original: [...]. El paréntesis (...), mayoritariamente usado, es un signo tipográfico que se puede encontrar dentro del mismo texto y, por lo tanto, ambiguo. Con los ejemplos lo veremos más claro:
Así fue como Álvaro (que en todo ese tiempo no me hizo ni caso) decidió marcharse de casa [...] sin ninguna pena. Compárese con:
Así fue como Álvaro (que en todo ese tiempo no me hizo ni caso) decidió marcharse de casa (...) sin ninguna pena.
Conclusión: tres son multitud.
Lo que sí hay que tener claro es que nunca, nunca, hemos de escribir más de tres puntos (...) y que corresponde en el habla con una caída del tono. Es frecuente encontrarse en correos o textos electrónicos ristras de ellos. Quizá se piense que el número es directamente proporcional a la emoción, la duda, el temor, los elementos de una enumeración o la importancia de lo que no se quiere decir pues todos son empleos de los puntos suspensivos, no lo sabemos; pero nada de esto se consigue, sino interrumpir la lectura: molestar.
Otro de los usos es para indicar la omisión de parte de un texto copiado literalmente. En ese caso irá entre corchetes para que quede claro su independencia del texto original: [...]. El paréntesis (...), mayoritariamente usado, es un signo tipográfico que se puede encontrar dentro del mismo texto y, por lo tanto, ambiguo. Con los ejemplos lo veremos más claro:
Así fue como Álvaro (que en todo ese tiempo no me hizo ni caso) decidió marcharse de casa [...] sin ninguna pena. Compárese con:
Así fue como Álvaro (que en todo ese tiempo no me hizo ni caso) decidió marcharse de casa (...) sin ninguna pena.
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